viernes, 6 de febrero de 2015

Mujeres reales

Ashley Graham es una consagrada modelo estadounidense que vino al mundo en Lincoln, Nebraska, hace 28 años.


Con 1,75 de estatura, sus medidas son 96-96-115, medidas que la condenan a que en su profesión no la llamen modelo, sino "modelo XL" o "modelo talla grande".

La encontramos en una web puertorriqueña llamada Revista Ego, moda & estilo, que se congratula de que Ashley sea portada del número de febrero de Sports Illustrated, y protagonista de la nueva campaña sobre bañadores sexis "para todos" Swimmsuit Issue.


"Paso a pasito las mujeres con cuerpos más reales se están apropiando de medios, revistas de moda, campañas, pasarelas y demás", dice Ego. "El mundo observará el cuerpo de la mujer real y le gustará", asegura Moshe Laniano, responsable de la campaña de bañadores.

Conclusión: En su profesión, Ashley Graham atiende a los patrones XL y talla grande, y en esta campaña representa a "la mujer real". Así que talla grande = mujer real. Ya han creado otro estereotipo.

Y el epicentro de esta campaña, de bañadores "para todos", es este vídeo:


En él, "la mujer real" Ashley Graham exhibe sus curvas luciendo un bañador sexi, que se acaba quitando.

Para alborozo, eso sí, de tres maromos de gimnasio.


Hay una "mujer real", pero no hay 'hombres reales'.

Conclusión: No nos engañan, nada ha cambiado:

Si tres 'hombres reales' jalearan como éstos a esta "mujer real", serían unos cerdos.

Y si tres pibones jalearan así a un 'hombre real', sería una cámara oculta.

miércoles, 4 de febrero de 2015

Depilación o pelo a la hebra

Hace años que la depilación de la zona genital, total o parcial, es una práctica cotidiana. Al menos entre las mujeres.


Algunos hombres, desde luego, no saben lo que es.

Ya no la depilación, sino la poda.

Porque cuando vas a evacuar la vejiga a los urinarios de pared, siempre hay allí unos pelos que uno se pregunta cómo es posible.

Podemos dar prueba gráfica de ello.

Pero advertimos que la imagen, habitual en todos los urinarios de pared y registrada en determinado enclave laboral -donde también es una constante- es de una extrema crudeza.


Lo mismo pensamos nosotros.

lunes, 2 de febrero de 2015

Amor a la carta

McDonalds va a admitir las "expresiones amorosas" como forma de pago en sus establecimientos de Estados Unidos.

Del 2 al 14 de febrero, durante determinados momentos del día, los empleados de cada restaurante McDonalds animarán a los clientes a expresar su amor en público, y si lo hacen bien comerán gratis.


Así lo anunciaba la multinacional estadounidense este domingo durante la insufrible Super Bowl, ese evento presuntamente deportivo que los españoles no entendemos, pero que trasladado a nuestro país vendría a ser como si se jugasen varios Madrid-Barça seguidos en un parque de atracciones.


McDonalds ofrece en el vídeo de presentación de esta campaña "expresiones amorosas" válidas a modo de ejemplo. Porque resulta que son los empleados quienes deben juzgar si el hecho amoroso da la talla como para comer sin gastar dinero.

"Tenemos un montón de maneras divertidas para expresar nuestro amor" es la consigna a tener en cuenta. A partir de ahí, vale todo, si se hace con amor.


A esto lo llaman "pay with lovin'" (pagar con amor), y no debe confundirse con "pay for lovin'" (pagar por amor). Sin duda se trata de una estrategia comercial consistente en adelantar San Valentín dos semanas para hacer caja a costa del amor durante 13 días, y no sólo uno.

Pero en el vídeo todo es fantástico: en los restaurantes no hay colas, hay muy poca gente; los empleados parecen majos y se prestan a hacer el moña, la gente no está atacada y no tiene prisa...


Y eso, trasladado a España, tiene lagunas. Seguro que no lo hacen.

Primero, porque siempre hay colas. Y aglomeraciones. Y la gente está mirando el móvil mientras espera, o contando los vales de descuento. Así no hay resquicio para el amor. Y de haberlo, los empleados tampoco prestarían mucha atención al "momento amoroso". 

Segundo, porque en algunos casos, de no regalar el menú los empleados por juzgar insuficiente un intento de expresión amorosa, se podría montar un buen crispy chicken. Especialmente en el caso del McDonalds de San Fernando de Henares los sábados que acampan allí multitud de familias gitanas. Pasa de normal, así que con esto...

En este McDonalds se desataría la pasión.

Si esto triunfara aquí sería únicamente por determinados elementos.

Triunfaría, por ejemplo, entre ese espectro poblacional no cuantificable, del que hemos hablado, cuyos miembros estarían dispuestos incluso a echar un polvo salvaje en la barra de un McDonalds a cambio de un Happy Meal. O a cambio de nada.

O triunfaría gracias a esas parejas poligoneras que se frotan sin reparo entre la multitud de la cola; que cuando piden él le esta tocando el culo a ella y ella le atusa la cabeza a él, y que cuando se sientan comen con una sola mano, porque comen agarrados. Es por eso que sólo piden un helado y no dos. Así él sujeta el vasito y ella distribuye ice cream con la cucharita.

Son más las lagunas que los lagos. Pero se nos ocurre que la iniciativa sí tendría éxito, quizá incluso en exceso, si se ofreciera la posibilidad de pagar con amor también a los clientes del McAuto, que tienen más intimidad.