jueves, 12 de diciembre de 2013

Fauna humana

El reino animal aplicado al género humano da como resultado una fauna peculiar.

Son pocos los animales que se libran de haber adquirido personalidad. El ocelote, se me ocurre. Nunca he oído que le llamen a alguien ocelote. Aunque tampoco frecuento su hábitat.

Los animales humanizados más cercanos son los de corral. Empezado por gallinas y gallos. Esta familia animal es una jaula de grillos. Si no, no se entiende que un hombre cobarde sea un gallina, capitán de las sardinas, y todo lo contrario a un gallo o gallito; pero una mujer cualquiera pueda ser "más puta que las gallinas". También son gallinas las que hablan mucho, como las cotorras o los loros. Luego está el pollo, que es uno más. La polla ya es otra cosa.

Otro clásico son los cerdos y cerdas, gochos y gochas, puercos y puercas. Aquí no hay machismo evidente, como ocurre con gallos y gallinas o zorros y zorras. Se aplica de manera unisex a guarros y guarras, aunque no suele ser lo mismo un guarro que una guarra.


Un pavo o una pava puede ser cualquiera, pero si lo son mucho pasan a gansos y gansas, que define a gamberros reincidentes, pero también a los altos. Los patos humanos, por su parte, suelen estar mareados, con lo cual es más fácil que metan la pata.

Luego hay conejos, mujeres y hombres de amplios dientes palatales, aunque algunos llaman conejas a las mujeres que tienen muchos hijos y conejillo de Indias a quienes sirven de cobaya, un primo hermano. Pero el conejo en sí, como la polla, son de otro ámbito, que engloba incluso a especies marinas, como la chirla, el centollo, la almeja o el percebe.

Que te llamen burro o animal viene a ser lo mismo, aunque también te pueden vender la burra. Sin embargo, el género se nota más en otras especies. Sin ir más lejos, un toro es un tío fuerte y una vaca es una gorda. Aparte están los cabestros, para público disparatado.

También, según la región, un choto es un toro pequeño o un macho cabrío, aunque estar como una chota es estar como una cabra en todas partes, o como un jilguero. En lo que se refiere a machos cabríos influye mucho la edad, porque un cabrito es un capullo, pero cuando el cabrito se hace mayor se convierte en un cabrón. Y, ojo, porque gracias a un cabrón puedes convertirte en una zorra, que es como una lagarta, y viceversa. Inexplicable también el agravio entre que te llamen corderito o borrego.



Los caballos sólo se suelen humanizar para destacar a los que tiene cara de, o utilizar el genérico semental para determinados personajes de buen follar. Aunque añadirle a algo 'de caballo' lo hace más grande, sobre todo si se trata de alguna dolencia, como la gripe de caballo.

Por otra parte, hace tiempo que la heroína logró que el caballo y el burro fueran lo mismo. Lo curioso es que esta cuestión la gestionan los camellos. A veces sirviéndose de mulas.

Entre los animales humanizados más clásicos se encuentran perros, gatos y ratones. El perro es el fiel amigo del hombre, pero los muy perros o muy perras son imprevisibles. Caso aparte es ser un hijo de perra, que es más grave.

En cuanto a los gatos, ellos son ágiles y ellas son guapas. A los de mi pueblo nos llaman así. Hay varias teorías de por qué y todas tienen que ver con trepar por los muros. Lo que está claro es que si los gatos negros dan mala suerte si se te cruzan, como de noche todos son pardos, es más difícil buscarles tres pies; pero así no te dan gato por liebre.



En los dibujos animados, los ratones siempre son los buenos, incluso más que los perros, mientras que los gatos suelen ser malos y/o tontos. Pero una rata es alguien muy malo y un rata un tacaño. También hay ratas de alcantarilla, de peor calaña y no necesariamente murcianas. Un ratón humano también es pequeño y escurridizo, luego está el ratón de biblioteca, mucho más culto.

Otro animalillo de estos es el topo, que aplicado al ámbito humano es quien no ve bien o un infiltrado en algún sitio. También es bastante popular la madre del topo, Topotamadre. No lo confundáis con una musaraña, ni penséis en ellas.


Saliendo de casa y de la granja encontramos otros animales humanizados que tienen más que ver con la montería. Y aquí, no conviene ser catalogado como rumiante del tipo cabrón, venadociervo, pues todos destacan por su condición de cornudos.

La perdiz puedes marearla, pero es más enigmática, porque se puede ser feliz como una de ellas, pero si ya eres feliz, te las comes en pareja.

Un oso es un tío con muchos pelos, o grande, o un gay rollizo y peludo, mientras que una osa es una madre protectora, como una leona; los leones son unos vagos. Por su parte, sean machos o hembras, los osos panda humanos destacan por sus ojeras.

La mofeta, sin embargo, define a hombres y mujeres que apestan, y como la palabra es femenina, no se hacen distinciones de sexo a la hora de humanizarla. Tampoco se hacen al hablar de lobos y lobas, que cuando son humanos no van en manada. Es un clásico el hombre lobo, pero el día que se inventen a la mujer loba, sus pelis serán para adultos.


Por su parte, el lince, especie en peligro de extinción tanto en su versión felina como en la humana, es cosa de astutos, hábiles e ingeniosos, o de los que tienen buena vista, como pasa con halcones y águilas.

En otros lugares del mundo encontramos a los koalas, que retratan a los vagos de aquí, como los perezosos.

Mención aparte merece nuestro primo hermano el mono. No es lo mismo ser un mono, expresión más propia de hombres y quizá de alguna mujer; que ser muy mono, expresión que sólo emplean las mujeres y los gays. Se ve que los hombres imaginan al típico gorila de mala hostia y las mujeres y los gays al mono Amedio.

Los monos, en general, dan mucho juego: se es mona, se baila la mona, se duerme la mona, se está más salido que una mona... Sin embargo, estar con el mono es más complicado, no se pasa bien.

Mono es el gran insulto racista, sobre todo en los estadios. Macaco también. Es la sentencia para futbolistas negros. Para los rubios suele ser maricón.

"Etiqueta verde"-"un mono verde",
"etiqueta encarnada"-"un mono".
Con Franco no existía el color rojo,
y menos de etiqueta.

Océanos y mares, ríos incluso, albergan también animales humanizados de apariencia variopinta. Puedes ser un gamba y meter la gamba, o un tiburón, tener como sucesor a un delfíny llamarle diciendo "ay, tú, calamar". Estar gordo como una foca, morsa o ballena, andar como un pingüino o una tortuga, estar empanao como un atún o un mero, o tener cara de besugo, como Ozil.

Los bichos no se libran tampoco de humanizarse, casi siempre para representar a la peor calaña, como ocurre con cucarachas, babosas, gusanos, moscones, moscas cojoneras, polillas, piojos o con el caracol, que propicia un insulto muy completo, puesto que los caracoles son babosos, cornudos y arrastraos. Cuidado también con las mosquitas muertas. Pero no todos los bichos son asquerosos, hormiguita y abejita delatan a los trabajadores. Y un clásico entre los bichos: mariquita.

Entre anfibios y reptiles, Boa viene a ser lo mismo que pulpo, pero víbora define a personas con malas intenciones. Los lagartijas no paran quietos, pero son peores los camaleones, porque siempre están cambiando de opinión. Hay renacuajos entrañables, pero cuando llegan a sapos dan asco, y lapas que no se van ni a tiros. Y hablando de entrañables: si a cualquier calificativo animal le añades un ito, queda más tierno, incluso en el caso de los cocodrilitos o los escorpioncitos. Evidentemente, no es lo mismo un pollito que un pollo o un pollón.


En la selva, un hiena y un buitre son casi lo mismo, aunque las hienas se ríen; y todo animal grande sirve para gordos, como hipopótamo o búfalo. Este último, además de gordo tiene mala hostia.

Volando también tenemos animales humanizados, y ya hemos citado a algunos, como águilas, halcones o buitres. Hay muchos más, por ejemplo cigüeña o flamenco, para personas de piernas largas. Las cigüeñas también traen niños de París, que después son cuidados por canguros.

Búho o murciélago es para los insomnes y gorrión para los pequeños, como el genérico pajarillo. Un pájaro ya es otra cosa, sobre todo si es de mal agüero. Luego está el famoso palomo cojo, sorprendentemente emparentado con mariquitas.

En realidad, todos los animales son personificables por algo, incluso los mitológicos, los inventados o los prehistóricos, porque quién no conoce a un dinosaurio o a un diplodocus.

Por último, hay personas que directamente adoptan el nombre de un animal y lo añaden al suyo, como el Potro de Vallecas, el Lince de Parla o la Tigresa del Oriente. Si esto se extrapola a futbolistas argentinos, encontramos una fauna autóctona en sí misma, como el Conejo Saviola, el Burrito Ortega o el Mono Burgos.

Seguro que hay muchos más animales de los que tiramos para calificar a otras personas. Pero estresa ir añadiéndolos y a uno acaba dándole la pájara, al margen de que esta entrada ha adquirido ya tal extensión que parece la memoria anual de National Geographic.

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